Serrat nos habla acerca del abandono de los
pueblos, pequeños pueblos casi todos ellos del interior, pueblos casi
desconectados del resto del mundo.
Inicialmente nos describe un pueblo, nos dice
donde se encuentra y como son sus calles
y haciendo que casi podamos sentir bajo
nuestros pies esas “callejas de polvo y piedra”, la paz de un pueblo situado en
un barranco, la quietud de sus calles. Aunque inmerso en un paisaje estéril, “donde no crece una flor” y desolador, un lugar en algún momento del
tiempo y la historia.
Después de describirnos el paisaje, hace lo
propio con las personas que allí habitan y de cómo el paso del tiempo parece
ser un castigo. Ven como unos y otros van envejeciendo, sin ilusiones, sin esperanzas, solo el pasar de
días, solo la espera de la siega o la siembra como una marca de diferencia a lo
largo del año. Una espera, en general, de las gentes del paso del tiempo y en
que se vayan sucediendo los días sin más.
Nos alienta a dejar un lugar ya muerto, olvidado
y emprender una nueva vida buscando mejores oportunidades. La esperanza de partir
hacia un futuro diferente. “Los
viejos sueñan con morirse en paz.” Para
nuestro narrador ya es tarde y es por eso por lo que anima a los jóvenes a realizar todo aquello que él no pudo o no fue capaz de hacer.
Todo esto no son más que los sueños que
pueden marcharse y el desaliento de los que se quedan. Salvando las distancias, bien podríamos hacer un
paralelismo con la situación en la que nos encontramos hoy en día. Son
muchísimos los jóvenes y no tan jóvenes que se plantean irse de “su pueblo
blanco”, irse fuera con el afán de mejorar, huir del abandono en que muchos
podemos encontrarnos, prosperar o por lo menos intentarlo. Otros renegados, sin
ilusión, o con ella pero sin capacidad o posibilidad de llevarla a cabo como
nos dice muy bien la canción se ven: “de la siega a la siembra se vive en la
taberna” o de aceituna en aceituna.
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